domingo, 25 de marzo de 2012

Odio los Domingos.



El reloj marca el punto de partida perdido entre las sabanas, y la idea de no escuchar vida en mi casa me aterra. Que bien, otro fin de semana solo en casa. Con mi edad, estar solo en casa podría ser algo genial, pero odio la soledad. Especialmente la soledad en mi propia casa. La soledad de un Domingo.

No hay nada para comer, sera mejor que siga en la cama. Es casi automático pensar en ti cada Domingo. Creo que incluso antes de estar despierto ya se que me tirare todo el día encerrado en casa pensándote. Pensándote y vagando. Vagando como un alma en pena que busca algo desesperadamente. Y el caso es que yo busco algo, no se muy bien el que, pero lo busco.

No lo encuentro y eso me provoca malestar. Ansiedad. Me hace sentirme inquieto. Aún no ha caído el sol y a mi ya se me cae la casa encima. Creo que tengo que salir de casa. Solo. Salgo de casa y sigo solo. No me atrevo a ir mas allá del final de mi calle. Mis vecinos me miran raro. Creo que tendré que leer.

Estoy intentando recordar que he hecho aparte de toda esta mierda. No lo recuerdo.
Los Domingos son para la gente que tiene pareja. Yo no la tengo.
Solo te tengo a ti, y por desgracia, ya no existes.

Suena Beach House.

1 comentario:

Mariana Glez dijo...

Nostálgico el texto,pero me encanta.
Beach House es genial.<3